Cuando, hacia el mediodía, se encontró en medio del teatro antiguo,
un joven griego, él, confiado, pero hermoso como aquéllos,
lanzó un grito (non de admiración, la admiración
no la sentía en absoluto; y de haberla sentido,
sin duda no la hubiera manifestado), un grito sin más,
quizá por la fuerza indomable de su juventud
o para probar la acústica del lugar. Enfrente,
sobre las montañas cortadas a pico, contestó el eco;
- el eco griego que no imita, ni repite;
sino que simplemente prolonga, a incalculable altura,
el perenne alarido del ditirambo -.
Yannis Ritsos, Paréntesis/Testimonios I, Icaria Poesía, Román Bermejo (trad.), 2005
un joven griego, él, confiado, pero hermoso como aquéllos,
lanzó un grito (non de admiración, la admiración
no la sentía en absoluto; y de haberla sentido,
sin duda no la hubiera manifestado), un grito sin más,
quizá por la fuerza indomable de su juventud
o para probar la acústica del lugar. Enfrente,
sobre las montañas cortadas a pico, contestó el eco;
- el eco griego que no imita, ni repite;
sino que simplemente prolonga, a incalculable altura,
el perenne alarido del ditirambo -.
Yannis Ritsos, Paréntesis/Testimonios I, Icaria Poesía, Román Bermejo (trad.), 2005
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