Hay un momento en el que los antiguos griegos irrumpen com ímpetu en la vida de las personas. A unas les sucede en la infancia, a otras en la etapa estudiantil y a otras en la madurez o incluso en la vejez avanzada. Como los causantes de todas las grandes commociones, ellos poseen la capacidad de turbar a cualquier edad.
Es cosa sabida que a Voltaire y sobre todo a Goethe y Schiller les producían un sentimiento de serenidad, pero no a Lev Tolstoi, a tenor de las notas de su esposa: «Si continúas obesionado con tus griegos, no mejorarás — escribe —. Son ellos los que te producen esa angustia y eso menosprecio por la vita cotidiana. No en vano consideran al griego una lengua muerta».
Tolstói mismo nunca afirmó que los antiguos griegos le causaran turbacíon y angustia, pero la condesa Tolstói estaba convencida de que mezclar-se con ellos era lo mismo que tratar con espectros.
Ismaíl Kadaré, Esquilo. El Grand Perdedor. [cap. XIX]
Siruela, Madrid: 2006 (trad.: Ramón Sánchez Lizarralde e María Roces).
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